Usando la inteligencia artificial en la definición de incapacidades en riesgos del trabajo

En los últimos años, la inteligencia artificial (IA) ha comenzado a transformar de manera silenciosa pero profunda muchas áreas de la vida profesional en salud. En el ámbito de la valoración del daño corporal dentro del sistema de riesgos del trabajo en Argentina, esta transformación comienza a rodar de manera incipiente

Como profesional de la salud es cada vez más frecuente encontrarse frente a herramientas digitales que prometen agilizar, objetivar y estandarizar la definición de incapacidades. Pero la pregunta es: ¿puede una máquina/programa informático evaluar el sufrimiento humano, la pérdida funcional o las limitaciones reales que atraviesa una persona tras un accidente laboral? ¿Hasta dónde puede –y debe– intervenir la IA en una actividad que hasta ahora ha sido profundamente humana, clínica y pericial?

En este escenario, la inteligencia artificial aparece como una herramienta novedosa. ¿Qué puede hacer la IA? Puede ayudarnos a sistematizar información, detectar inconsistencias, sugerir porcentajes de incapacidad a partir de grandes bases de datos, incluso comparar casos similares en segundos. En otras palabras, puede asistir al médico perito en su tarea.

Pero es clave entender esto: la IA no reemplaza la mirada médica. No examina, no interroga, no escucha, no evalúa el gesto, el tono de voz, la resistencia muscular ni la reacción emocional del paciente. No conoce su historia ni su contexto social La medicina del daño no es una planilla ni un algoritmo. Es una disciplina clínica, donde el criterio médico sigue siendo insustituible. La IA puede sumar eficiencia,
puede reducir errores, puede ayudar a homogeneizar criterios en ciertos aspectos. Pero no puede –ni debe– desplazar al juicio médico, que se apoya en la experiencia, en la ciencia, y, sobre todo, en la responsabilidad profesional.

Ahora bien, negar la inteligencia artificial en la valoración médica del daño es como querer diagnosticar sin imágenes o sin laboratorio. Es quedarse en el siglo pasado.

Claro que la IA no reemplaza al médico. Pero el médico que la ignora pronto será reemplazado no por una máquina, sino por otro profesional que sí sepa usarla con criterio, con ética y con responsabilidad.
La inteligencia artificial no vino a quitar humanidad, sino a liberar al médico de lo repetitivo, de lo burocrático, de lo predecible. Y eso, si sabemos aprovecharlo, nos permite enfocarnos en lo que verdaderamente importa: el paciente, su historia, su dolor y su futuro.

No se trata de elegir entre el algoritmo o el criterio médico. Se trata de combinar lo mejor de ambos. Porque el futuro del trabajo –y también el de la medicina pericial– ya está ocurriendo. Y no espera a nadie.

Pero es fundamental comprender que la IA no sustituye al juicio clínico ni a la pericia médica. Es una herramienta, no un dictamen. El desafío está en integrarla con criterio, sin perder de vista que cada caso representa a una persona real, con su historia, su cuerpo y su sufrimiento.

Como médicos, tenemos la oportunidad —y también la responsabilidad— de liderar este cambio, para que la tecnología potencie nuestra labor sin desvirtuar su esencia. Porque al final del día, lo que define la calidad de una pericia no es el Pablo Pescie Instituto Argentino de Salud software que se usa, sino la conciencia profesional y la seriedad técnica con la que se aplica.

La incorporación de inteligencia artificial en la valoración del daño corporal, especialmente en el ámbito de los riesgos del trabajo, no es una amenaza para la práctica médica: es una oportunidad.

La IA puede aportar herramientas valiosas para sistematizar datos, mejorar la trazabilidad de los informes, reducir errores y favorecer cierta objetividad en los criterios. Pero su rol debe ser claro: asistente técnico, no decisor final. La esencia de la pericia médica sigue siendo clínica, humana y ética.

El desafío, entonces, no es resistirse a la tecnología, sino integrarla con inteligencia profesional. Porque la medicina pericial del futuro no será una cuestión de máquinas versus médicos, sino de médicos que sepan usar las máquinas al servicio de las personas.

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