
Por Andrea Martin
En el ámbito laboral solemos hablar de normas, procedimientos y equipos de protección, pero pocas veces nos detenemos a pensar en la base que sostiene todo esto: la comunicación. Sin comunicación, lo que pienso o siento queda atrapado en un mundo interpretativo, y desde ahí es desde donde inevitablemente me relaciono. Por eso, si lo que quiero es construir relaciones sólidas y fomentar una verdadera cultura preventiva, necesito hacerlo a través de una comunicación fluida, clara, constante y efectiva.
La palabra no solo informa: también concientiza. A través de ella puedo transmitir instrucciones precisas sobre procedimientos seguros, uso correcto de equipos de protección personal o protocolos de emergencia. Pero, sobre todo, puedo reforzar la importancia de la seguridad y motivar a que cada trabajador participe activamente en la identificación y reporte de riesgos.
La prevención como algo cercano, no técnico
Es común que la prevención de riesgos se perciba como algo técnico, lejano o incluso burocrático. Sin embargo, cuando los mensajes se construyen de manera humana, creativa y adaptada al público, se transforman en algo cercano y significativo. Conocer qué lenguaje utilizan los trabajadores, qué los preocupa y qué los motiva es clave.
El mensaje debe ser simple y directo: en lugar de hablar de «riesgo ergonómico por movimientos repetitivos», podemos decir: «Cuidá tus manos: hacé pausas cada 30 minutos». Además, siempre es importante mostrar el para qué, porque conecta la prevención con lo que realmente importa: «Queremos que llegues sano a casa todos los días».
Buenas prácticas para transformar la cultura de seguridad
Transformar la cultura de seguridad no se logra solo con normas. Requiere habilidades blandas, coherencia y hábitos. Algunas prácticas que hacen la diferencia son:
- Liderazgo visible: los líderes que usan EPP, cumplen normas y hablan de seguridad transmiten el mensaje con fuerza.
- Campañas internas con identidad: mensajes breves que apelen a la emoción, como «Volvé sano a casa».
- Espacios de escucha activa: reuniones breves o buzones de sugerencias que den lugar a la voz de los trabajadores.
- Reconocimiento y retroalimentación: compartir indicadores claros y celebrar logros, por ejemplo, «100 días sin accidentes».
Los desafíos de instalar hábitos preventivos
La comunicación en prevención también enfrenta desafíos. La resistencia al cambio es uno de los principales: muchos trabajadores ya tienen formas establecidas de hacer las cosas. También aparecen barreras como mensajes demasiado técnicos, la falta de continuidad o de liderazgo visible.
¿Cómo superarlos? Con algo tan simple y a la vez tan complejo como escuchar y observar. Mostrar beneficios concretos (menos lesiones, más bienestar), traducir lo técnico a lo práctico, involucrar líderes y referentes positivos, y generar espacios de diálogo son pasos fundamentales. Reconocer y visibilizar buenas prácticas termina de consolidar los hábitos.
Tres consejos concretos para las organizaciones
Si tuviera que dar tres consejos a cualquier organización para mejorar la comunicación preventiva, serían:
- Hacer de la prevención parte de la cultura: comunicar la seguridad como un valor, no como una obligación.
- Adaptar el mensaje al público: usar un lenguaje cercano y formatos adecuados según el perfil del trabajador.
- Promover la participación activa: incluir a los trabajadores en las campañas y en la construcción de los mensajes.
Cuando la prevención se comunica de forma clara, cercana y coherente, deja de ser una norma escrita para convertirse en un valor compartido. Y es ahí cuando realmente transforma la forma de trabajar.
Cierro con una frase que resume el espíritu de esta reflexión:
«Todo vivir humano ocurre en conversaciones y es en ese espacio donde se crea la realidad en que vivimos.»
— Humberto Maturana
