Un tal Juan Bautista

A propósito del Día del Abogado, que se celebra el 29 de Agosto, presentamos este artículo que rescata la figura de Juan Bautista Alberdi.

ESPECIAL PARA EL SEGURO EN ACCION.

Por Alejandro Canale Becker, Abogado, Especialista en seguros y reaseguros., Profesor de grado y posgrado universitario, y Gerente de liquidaciones de la Superintendencia de Seguros de la Nación.

Hoy 29 de agosto, celebramos en Argentina el día del abogado. Esta fecha es elegida por ser el día del natalicio de Juan Bautista Alberdi. Alberdi, nace en Tucumán, hace 214 años, y producto de su parto fallece su madre. Su nombre coincide con el día que en el santoral se conmemora el martirio de San Juan Bautista, de allí su nombre. Quedará huérfano de padre a los 11 años. A los 14 años obtiene una beca para estudiar en Buenos Aires en el colegio de ciencias morales, allí conocerá a uno de sus grandes amigos, el escritor de «Juvenilia», Miguel Cané. Abandonará momentáneamente el colegio, agobiado por los ejercicios físicos, comienza a instruirse de modo autodidacta, interesándose sobre todo en los autores europeos en boga (Rousseau y otros) y se dedica a su gran pasión de esos tiempos, la música. De hecho brinda algunos conciertos de piano y escribe en 1832 su primera obra «El espíritu de la música».

Comienza sus estudios de leyes en Buenos Aires, en 1831, terminándolos en la Universidad de Córdoba. Vuelto a Buenos Aires se relaciona con los intelectuales del salón literario de la generación del 37. Será justamente en 1837 cuando escribe su primer trabajo jurídico y político, «Fragmento preliminar al estudio del derecho». En esta obra Alberdi aborda la necesidad de elaborar un código jurídico para organizar los fundamentos de la nación. Como representante de la generación del 37 se exiliará en Montevideo, hasta la caída de Rosas, a quien sin embargo rescata como un hombre justo, según sus palabras y a quien visitará en el exilio en Inglaterra y destacará el gesto de San Martín al legarle su sable. Se sabe que tuvo una amante y un hijo no reconocido (Manuel), quien será no obstante su legatario.

En apretada síntesis podemos decir que luego de la caída de Rosas, el 3 de febrero de 1852, se pone febrilmente a escribir su obra inmortal, «Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina». «Bases» será editada en mayo de 1852 por la imprenta del diario «El Mercurio» de Valparaíso. Esta obra que será la principal fuente de nuestra Constitución Nacional, es influenciada principalmente por la Constitución de los Estados Unidos de América, «El federalista» y la lectura de los autores clásicos. En esta trascendental obra Alberdi expone gran parte de su ideario. Alberdi habla de la necesidad de poblar el país, («gobernar es poblar, porque poblar es educar, enriquecer, civilizar…») entendido en ese entonces como un enorme desierto, con inmigración, europea, fundamentalmente, y anglosajona y nórdica especialmente. Alberdi se pregunta en  Bases «¿Pero cuál es la Constitución que mejor conviene al desierto? La que sirve para hacerlo desaparecer; la que sirve para hacer que el desierto deje de serlo en el menor tiempo posible, y lo convierta en país poblado».

Suponía Alberdi, que la transformación social provendría, de la sangre anglosajona, que a su vez cambiaría los hábitos de la población, propios de la influencia hispana. Este pensamiento se basaba en que era Inglaterra, la cuna de la revolución industrial.

Alberdi también dirá «Hay que combatir el hambre y la ignorancia, porque el hambre se vende y la ignorancia se equivoca».

Y finalmente «El que no cree en la libertad como fuente de riqueza, ni merece ser libre, ni sabe ser rico».

Acérrimo opositor a la guerra escribe justamente «El crimen de la guerra»; y en el mismo sentido, se opone a la guerra de la triple Alianza, enfrentándose a Mitre.

Párrafos aparte merecen sus célebres enfrentamientos con Sarmiento, condensadas en «las cartas quillotanas».

Muchos son los méritos de Alberdi, que sin duda alguna ocupa un lugar central en el olimpo de nuestros próceres.

Este notable argentino muere en Francia el 19 de junio de 1883 en el asilo de Neully-sur-Seine, en un minúsculo cuartucho en el cual, según sus amigos sólo había miseria y suciedad.

Desde 1991 sus restos descansan en su Tucumán natal. En su monumento funerario se lee, «la voluntad que no está educada para la paz, no es capaz de libertad ni de gobierno».

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